La contaminación es la principal causa de mortalidad prematura. Enero 2018

En la revista Covibar La Voz de los Socios editada por la cooperativa Covibar de Rivas está publicando bajo el título "Incineración y salud" una serie de artículos informativos del grupo Geis-Madrid del que ahora publicamos el correspondiente a su número de enero de 2018.

Texto del artículo:

Recientemente, la prestigiosa revista médica The Lancet, ha publicado un completo informe sobre contaminación y salud. Dado que en GEIS Madrid (Grupo de Estudios Incineración y Salud) nos interesamos por una importante fuente de dicha contaminación, las incineradoras; y aunque este informe hace referencia de modo amplio a la contaminación en general, hacemos un breve resumen de lo que nos ha parecido más interesante.

La contaminación es hoy la principal causa ambiental de mortalidad prematura y enfermedad asociada, con unos 9 millones de defunciones al año (16% del total de las muertes), tantas como tres veces más que la malaria, tuberculosis y VIH juntos, o 15 veces todas las muertes violentas, incluyendo las guerras. En países con afectación severa, podemos estar hablando de una de cada 4 muertes.

Es decir: nos encontramos ante un problema de salud pública de primera magnitud. Esta plaga se ceba con los pobres y desprotegidos. Es mayor en los países con baja renta per cápita, y en cada país, entre las poblaciones más desfavorecidas. Los niños están en un riesgo especial por esta causa, por el periodo de alta vulnerabilidad intraútero y en la infancia temprana, con consecuencias inmediatas y también a largo plazo.

Sin embargo, pese a su importancia, la contaminación no ha sido correctamente evaluada y sus efectos perniciosos han sido infraestimados, y no solo sobre la salud, sino también sobre el bienestar y economía de las poblaciones afectas.

En muchos países el problema está empeorando. A la polución del aire, se añade la del agua y el suelo.

Tenemos que tener en cuenta que desde 1950, más de 140.000 nuevos productos químicos y pesticidas se han sintetizado, y unos 5.000 se han usado ampliamente, exponiendo de un modo casi global a las poblaciones del planeta. Solo en la última década se han evaluado de modo más o menos completo los efectos de algunos de ellos.

El resultado es que muchos de estos productos han sido causantes de enfermedad y muerte, así como degradación de los ecosistemas y del medio ambiente. Baste recordar el DDT, los clorofluorocarbonados, el plomo, el asbesto y las dioxinas, furanos, derivados aromáticos, metales pesados, PM10 y PM2,5, presentes en las emisiones de incineración de basura. En las últimas décadas se han introducido en el mercado nuevas sustancias, con escaso número de controles previos a la comercialización, que incluyen neurotóxicos, disruptores del sistema endocrino, herbicidas, nuevos insecticidas y otros.

Los emisores peligrosos incluyen minas, factorías industriales en uso o abandonadas, fundiciones, y lugares peligrosos donde se rocesa la basura. En número de enfermedades asociadas es muy grande, y su exposición excede a las intenciones y posibilidades de este resumen.

Esto ha creado una conciencia de problema a todos los niveles, aunque insuficiente, dado el volumen del reto. Medidas como el aumento del reciclado de basuras y la eliminación del plomo de la gasolina, ejemplifican esto, aunque resulten globalmente insuficientes a día de hoy.

En cada país, son las poblaciones de menor nivel de renta y más marginadas las que soportan más las consecuencias de la mayor exposición a la contaminación.

Mucha contaminación está producida por las plantas de incineración y eliminación de los residuos, como es el caso de Valdemingómez.

Las estrategias para controlar el problema han de estar basadas en leyes, políticas, regulaciones y tecnología; guiadas por la evidencia científica y focalizadas en la salud pública. Además de que son más efectivas las medidas sobre la fuente de emisión, que las de control a posteriori.

Para conseguirlo, se requiere fuerte oposición de la sociedad, aunque también liderazgo compartido por todas las partes interesadas y complicidades en la sociedad civil.

Los médicos y sanitarios no podemos eludir este problema y debemos crear conciencia del mismo y educar a la sociedad, divulgando causas y efectos de la contaminación.

La autoridad pública, en defensa de los ciudadanos a los que representa, debe implementar métodos fiables de medida periódica de la polución. País por país y región por región. Se deben adoptar metas ambiciosas y marcar periodos para su logro, medido por métodos de evaluación suficientes.

Documento original en: http://www.thelancet.com/pdfs/journals/lancet/PIIS0140-6736(17)32345-0.pdf

Traducido y extractado por Pascual O’Dogherty Carame, médico miembro del GEIS.