(2019-02-21) La UE critica la incineración de residuos en países que se dicen avanzados como Alemania

La gestión de los residuos en la Unión Europea debe mejorarse con vistas a preservar y mejorar la calidad del medio ambiente, proteger la salud humana y garantizar la utilización prudente y racional de los recursos naturales para avanzar hacia una economía más circular.

Así de concluyente es el texto de inicio de la Directiva 2018/852 del Parlamento Europeo y del Consejo de 30 de mayo de 2018 relativa a los envases y residuos, que fija un objetivo común para reciclar el 65% de los residuos de envases en 2025, y el 70% para 2030.

Está claro que la economía europea no puede seguir desperdiciando el enorme yacimiento de materias primas secundarias que representan los diferentes flujos de residuos de envases. En ese sentido ya era hora de que la UE llamara al orden a los países que se nos ponen como ejemplo a seguir en reciclaje de envases vacíos cuando en realidad lo que hacen es quemarlos.

Porque ni Dinamarca ni Alemania apuestan mayoritariamente por la recogida selectiva y el reciclaje de sus envases, sino que optan por “valorizarlos” quemándolos en plantas incineradoras para producir energía.

Un modelo que se contradice con la apuesta de la UE ya que la incineración es una forma de valorización contraria a la economía circular. Por eso ha dejado de subvencionar la construcción de más incineradoras y ha hecho un requerimiento a ambos países para que pongan en marcha medidas para la recuperación a través del reciclaje de todos los materiales que ahora están quemando.

El mal ejemplo de Alemania

Es curioso que quienes promueven el Sistema de Depósito, Devolución y Retorno (SDDR) pongan como ejemplo su implantación en Alemania cuando el 40% de sus residuos urbanos van a parar a las incineradoras, donde por cierto los envases de plástico son muy demandados por su alto poder calorífico.

De hecho, en Alemania, con un centenar de plantas incineradoras repartidas por todo el país (en España tenemos 12), la sobrecapacidad del sistema es tan alta que en realidad no se incentiva a los ciudadanos a que separen y reciclen sus basuras, ni mucho menos a que las reduzcan. Basta con echar un vistazo a los datos de Eurostat sobre generación de residuos urbanos para comprobar hasta qué punto eso es así.

Por otra parte, las campañas de las organizaciones ecologistas contra la incineración de residuos, como la llevada a cabo desde hace años por Greenpeace, deja muy claro por qué la incineración no puede ser considerada como una fuente renovable y limpia de energía, ni mucho menos una solución circular al problema de las basuras.

Según Greenpeace, el ahorro de energía que genera la recogida selectiva y el reciclaje de residuos es muy superior a la que se obtiene mediante su quema en una incineradora. Además, durante la combustión se emiten sustancias químicas persistentes, tóxicas y bioacumulativas, como las dioxinas y los furanos, y se genera un volumen de cenizas tóxicas equivalente a la cuarta parte del peso total de los materiales que se han incinerado.

Por todo ello las medidas para avanzar hacia una gestión ambientalmente responsable de los residuos deben estar basadas en la reducción y el reciclaje, apelando a la responsabilidad de los productores para que eviten el envoltorio superfluo y promuevan el ecodiseño y la preparación para la reutilización de los envases.

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