(2017-01-19) Mitos de la ciencia que no morirán: el cribado salva vidas para todos los tipos de cáncer

"Mientras seguimos dedicando ingentes recursos a pruebas y cribados que no demuestran que ahorran vidas, seguimos tapándonos los ojos ante las pruebas científicas que demuestran quienes son los productores de  muchas de las enfermedades crónicas"

Algunos mitos peligrosos, como el de que las vacunas provocan autismo o el de que el HIV no causa el SIDA, son objeto de una amplia difusión. Pero circulan por ahí otros muchos que provocan daños a las personas, absorben dinero, enfangan el emprendimiento científico o, simplemente, irritan a los científicos. En este artículo, Nature examina el origen y las repercusiones de cinco mitos contumaces.

Mito nº 1: la detección precoz salva vidas para todos los tipos de cáncer.
Si bien es cierto que la realización periódica de pruebas de detección es beneficiosa para los grupos con riesgo de contraer determinados cánceres, como los de pulmón, cuello del útero y colon, no todas las pruebas tienen esa misma utilidad. A pesar de ello, algunos pacientes y médicos son acérrimos defensores de pruebas ineficaces.

La creencia de que la detección precoz salva vidas se originó a principios del siglo XX, momento en el que los doctores observaron que obtenían sus mejores resultados cuando los tumores se detectaban y trataban inmediatamente después de la aparición de los síntomas. El paso lógico siguiente era suponer que cuanto antes se tratase un tumor, mayores serían las probabilidades de supervivencia. «Todos hemos aprendido, desde que no levantábamos un palmo del suelo, que la forma de hacer frente al cáncer es encontrarlo pronto y extirparlo», afirma Otis Brawley, Director médico de la American Cancer Society.

Pero las pruebas obtenidas tras amplios ensayos aleatorios para cánceres como los de tiroides, próstata y mama han puesto de manifiesto que la detección precoz no es un «salvavidas» tal y como suele proclamarse. Por ejemplo, un estudio Cochrane de cinco ensayos clínicos aleatorios controlados con un total de 341.342 participantes concluyó que la detección precoz no reducía significativamente las muertes por cáncer de próstata.

«La gente se imagina que el mero hecho de haber detectado un cáncer en una fase supuestamente temprana debe ser ventajoso. Pero eso no es así en absoluto», indica Anthony Miller de la Universidad de Toronto en Canadá. Miller dirigió el Estudio canadiense nacional de cribado del cáncer de mama, ejercicio en el que participaron a lo largo de 25 años 89.835 mujeres de edades comprendidas entre 40 y 59 años de edad y que concluyó que las mamografías anuales no reducían la mortalidad producida por ese cáncer. Ello se debe a que algunos tumores provocan la muerte con independencia de su detección y tratamiento. Al mismo tiempo, las prácticas de detección precoz agresivas tienen una cohorte de efectos perniciosos para la salud. Muchos cánceres crecen lentamente y no provocan daños si se dejan intactos, por lo que numerosos pacientes acaban siendo sometidos a tiroidectomías, mastectomías y prostatectomías inútiles. De forma que, a escala de la población, los beneficios (vidas salvadas) no superan los riesgos (vidas perdidas o truncadas por un tratamiento innecesario).

A pesar de ello, las personas a las que se les ha detectado y extirpado un cáncer probablemente sienten que se les ha salvado la vida, y estas experiencias personales contribuyen a mantener viva esta idea equivocada. Los oncólogos llevan constantemente a cabo debates sobre la edad u otros factores de riesgo que aconsejan un cribado periódico.

Esta concentración de la atención en las actuales pruebas de detección precoz tiene un coste para la investigación sobre el cáncer de mama, afirma Brawley. «Hemos pasado muchísimo tiempo discutiendo si debemos empezar a hacer las pruebas a los 40 años o a los 50 en lugar de exponer que necesitamos una prueba mejor», por ejemplo, una que detecte los tumores de rápido crecimiento y los distinga de los de crecimiento lento. Además, los métodos de diagnóstico actuales deben ser sometidos a rigurosas pruebas que demuestren que efectivamente salvan vidas, indica el epidemiólogo John Ioannidis del Centro de Investigación sobre Prevención de Stanford en California, cuyos informes de este año señalaron que muy pocas de las pruebas de cribado de 19 grandes enfermedades reducían, de hecho, su mortalidad.

El cambio de hábitos no será tarea fácil. Gilbert Welch, del Instituto Dartmouth de política sanitaria y práctica clínica de Lebanon, New Hampshire, asegura que la gente prefiere ser sometida a una prueba rápida cada pocos años en lugar de escuchar las recomendaciones sobre la necesidad de comer saludablemente y hacer ejercicio para evitar el cáncer. «Las pruebas de detección se han convertido, tanto para los médicos como para los pacientes, en una manera fácil de convencerse de que están haciendo algo positivo para su salud, pero su riesgo de contraer un cáncer no ha cambiado en absoluto».

Traducido por Jaime Campos para CAS

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